Que de entre todas las opciones Jordan eligiera a Collins doce años después de traicionarle explica, primeramente, el deseo de expiar un profundo sentimiento de culpa.
En 1900 la anatomía de un jugador de baloncesto era la de un hombre cualquiera. En 1950 la diferencia con el hombre común aún podía resultar difícilmente apreciable. En 2000 esa diferencia aumentó lo suficiente como para que muy pocos jugadores pasaran ya desapercibidos entre la población. En 2050 la diferencia hará posible observar la fauna NBA como una subespecie de genética muy superior al resto de los mortales. Más allá en el tiempo el planeta mismo les quedará pequeño.
Y aún se cree que la altura de los aros será eterna.
Ningún aficionado está libre de alejarse demasiado del jugador que cree apoyar. Y tendría que estar ahí abajo para comprobar lo difícil que resulta que las cosas, simplemente, salgan bien. O aun peor, a su gusto.