30.3.05

XII

Por esta cosa tonta de ganar y como que la vida vaya en ello, cuánto se olvida el baloncesto como juego, como desenfreno y diversión, como altruismo y como arte, como alegría y primavera de la vida, como la felicidad al sencillo alcance de la mano. Deberíamos haber conseguido el modo de hacer a Magic Johnson verdaderamente inmortal.



29.3.05

XI

Ninguna fuerza distrae como la belleza. Si ante las formas de una mujer podemos olvidar temporalmente que bajo ellas se agita una persona, en el baloncesto podemos olvidar el marcador, como si tuviéramos que recordar que está ahí y que por lo visto tiene más importancia que el juego y la belleza de sus formas. 

24.3.05

X

No se ha dado aún la circunstancia de que un título NBA se resuelva en un último tiro al compás de la bocina luego de agotar los siete partidos completos. No me cuesta imaginar esa escena. Pero no puedo hacerlo sin convencerme de que no podrá salir de las manos el balón sin que con él viaje hasta el último soplo de vida del jugador. Por eso una bala que en ese preciso instante buscara dar muerte al autor del tiro no debería dirigirse al cuerpo. Debería hacerlo al balón.

IX

Hacer lo que uno sabe no es hacer lo que uno quiere. Pero si quieres hacer lo que sabes y sabes hacer lo que quieres, serás tu mejor jugador posible.

21.3.05

VIII

Por qué no reparar unos segundos en los salvajes arrebatos que alguna vez suceden al mate en pleno fragor del juego, en la insondable naturaleza de esas atroces reacciones. ¡Observad a esas bestias!
Durante la imperceptible fugacidad de un instante, que arranca al besar los pies el suelo, acontece en el cuerpo un fenómeno de prodigiosa intensidad y cabría creer que sobrenatural. Todo sucede muy rápido: los nervios se encienden, los músculos se tensan, el corazón dispara la sangre a saciar la brutal hinchazón de las venas, la temperatura aumenta y la piel enrojece, estalla la adrenalina, la amígdala secuestra el cerebro, la mente desaparece y con ella el tiempo; se diluye el alma y el Sapiens deja de serlo.

Es como si el organismo se multiplicara a tal extremo que una barra de acero que lo golpeara quebraría como un madero seco. La energía desatada en ese lapso infinitesimal habría de poder iluminar una urbe gigantesca como un fogonazo irreal y no es otra la razón de que la boca brame desencajada que rebasar esa fuerza infinita el ridículo continente del cuerpo. Sugerir que el hombre deviene entonces en alimaña es decir muy poco. Durante ese cósmico pulso el hombre trasciende la realidad. De ahí su brevísima duración, la única posibilidad de un estado que no pertenece a esta vida.

Debería maravillar saber que el baloncesto desencadena ese milagro, el milagro de alcanzar el hombre por un instante como un nirvana de fuego.

15.3.05

VII

Sospecha del que resucite al despido de un entrenador.

14.3.05

VI

Entre errar el tiro de la victoria y no poder intentarlo cabe la misma distancia que entre la frustración y el tormento.

V

No exagero si confieso que pasé buena parte de mi niñez, juventud y postrimerías, encerrado en una pequeña sala con la sola compañía de una pantalla que me hacía escapar de la vida, y el silencio de una mujer que me la había dado. Esa mujer era la madre de mi madre, la única que conocí, y ya muy mayor, achacosa y casi inmóvil en aquel sillón del que dolorosa parte formaba, compartió conmigo innumerables veladas de esta enfermedad que por algún extraño motivo un día contraje. Dudo que aquella mujer entendiera una sola imagen, qué sentido guardaban, cómo era posible que unas personas volaran y otras, como ella, agotaran su vida postradas. Y sin embargo, tan seguro estoy como que escribo esto que ninguna anciana presenció nunca más baloncesto que ella. Si yo repetía mil veces una sola imagen ella también lo hacía. Pobre mujer. En cuántos de aquellos hondos suspiros no reparé jamás y, ahora lo sé, el inmenso significado que encerraban. Cuántas veces, al girar la cabeza, delataba su mirada serena clavada en mí mientras yo solo lo hacía al frente. Debo, quiero entender que su felicidad residía entonces en mi sola y espectral compañía.

Por eso, al recordarla, no puedo evitar un reproche infinito por haber desperdiciado así su admirable presencia, la más tierna y dulce de que gozaré jamás.

Nunca te olvidaré, abuela mía. Y si pudiera remontar mi vida habría cambiado todo por dedicarte cada segundo de aquellos días que ya, maldita sea, ya nunca volverán.

13.3.05

IV

Si no sabes defender, no lo demuestres.

III

Se aprende entrenando, pero solo se sabe jugando.

8.3.05

II

La canasta del futuro carece de soporte tal y como lo conocemos. Nada hay entre el suelo y el tablero porque nada material los une. Alguna prodigiosa fuerza la suspende en el aire como por arte de magia. La canasta, esa flor mecánica cuya forma creemos eterna, perderá algún día su tallo. 

7.3.05

I

Si a oscuras y en silencio te vieras de pronto asaltado por el crepitante gemido de una red al paso del balón y no sintieras estremecer algo muy adentro, será que el baloncesto no es el centro de tu vida. Corre pues a disfrutar de ella.