21.10.20
CLXXVI
No fue el deporte quien entró en la política, sino la política quien se adueñó del deporte. Y así hasta hoy, que no habiendo cosa más antideportiva que la política, nada más político que el deporte.
24.6.20
2.11.19
27.3.16
16.11.15
21.9.15
18.9.15
CLXIX
Cuanto mejor
juega un equipo mayor es la habilidad del entrenador en hacer creer que no
existe.
24.2.14
4.2.13
16.11.12
25.9.12
18.9.12
6.3.12
22.7.11
26.5.11
16.5.11
2.5.11
21.10.10
CLVIII
A veces corres
a veces piensas
si bien dispones
a todo llegas.
Separó
la naturaleza
el corazón
y la cabeza.
a veces piensas
si bien dispones
a todo llegas.
Separó
la naturaleza
el corazón
y la cabeza.
20.10.10
19.10.10
18.10.10
4.10.10
CLIV
I am
The pick and the roll
The three and the post
The dunk and the block
I am
The pass and the shot
The press and the foul
The bench and the court
I am
The fast and the slow
The jump and the fall
The air and the floor
I am
The rookie and the old
The big and the small
The free and the coach
The team and the void
I am
The brain and the blood
The net and the board
The rim and the clock
The perfect score
I am the ball
Don’t leave me alone
The pick and the roll
The three and the post
The dunk and the block
I am
The pass and the shot
The press and the foul
The bench and the court
I am
The fast and the slow
The jump and the fall
The air and the floor
I am
The rookie and the old
The big and the small
The free and the coach
The team and the void
I am
The brain and the blood
The net and the board
The rim and the clock
The perfect score
I am the ball
Don’t leave me alone
1.10.10
24.3.10
8.3.10
24.7.09
CXLIX
Al momento de perder hay dos tipos de jugadores. Los que solo desean desaparecer cuanto antes y los que lamentan no poder dar allí mismo la vida a cambio de un nuevo salto inicial.
1.7.09
CXLVIII
En el momento de sospechar menos de los rivales que de los compañeros se estará cometiendo suicidio.
17.6.09
16.6.09
CXLV
Rara vez el público acuerda algo unánime, a excepción de condenar a los jugadores malditos. Con ellos el público olvida su papel de espectador y adopta el de juez y parte, el de mal padre.
13.3.09
19.2.09
CXLIII
Al cementerio que apila nombres y números y todo lo que verdaderamente importa ha desaparecido lo llaman palmarés.
16.2.09
3.2.09
31.1.09
29.11.08
CXXXVII
Entre quienes tienen el honor de contar el deporte es fácil descubrir a un impostor. El juego será su última prioridad.
20.11.08
11.11.08
4.11.08
CXXXIV
Cuando lo que está bajo los ojos empieza a cuestionar lo que está sobre ellos, es que asoma la retirada.
27.10.08
7.10.08
23.9.08
CXXX
De todas las enemistades, la abierta entre técnico y jugador es la única que el baloncesto no puede resolver.
23.7.08
9.5.08
CXXVII
El suelo, de los anónimos.
El cielo, de las estrellas.
Pero sin anónimos,
ni suelo
ni cielo
ni estrellas.
El cielo, de las estrellas.
Pero sin anónimos,
ni suelo
ni cielo
ni estrellas.
15.4.08
14.4.08
CXXV
Cada vez que haya rebote mejor pensar que lo que corre riesgo de caer al suelo o en manos de otro es tu propia hija.
31.3.08
CXXIV
Cuida el balón pero cuídate de su influjo. Cuando sea tuyo serás el centro de atención. Cuando no lo sea mira bien de quién lo eres y qué puedes hacer sin él. El balón es el dinero del juego.
28.3.08
27.3.08
22.3.08
CXXI
Evaluar a los jugadores como simple producto de técnica y física es como hacerlo con los hombres con ropa y sin ella.
21.3.08
20.3.08
18.3.08
14.3.08
CXI
Hay dos tipos de tiradores. Los convencidos de que entre ellos y el aro hay demasiadas cosas y los que además juegan.
9.3.08
8.3.08
7.3.08
CVIII
Aquella mañana de 1891 James Naismith alumbró en el gimnasio un nuevo juego. Años después estrechaba la mano de quien había sido su pupilo en el equipo de Kansas. Se llamaba Phog Allen y le relevaba en el cargo. Allen prosiguió su carrera hasta que uno de sus muchachos, Adolph Rupp, asumió la dirección del equipo de Kentucky. De los muchos jugadores a su mando, uno de ellos, Pat Riley, continúa ejerciendo hoy, adonde hemos llegado a través de tan solo cuatro nombres.
Qué joven es nuestro juego.
Qué joven es nuestro juego.
5.3.08
CVII
Lo mejor de la estadística avanzada no es revelar casi todas las verdades. Sino desnudar casi todas las mentiras.
22.11.07
CV
El niño imita a sus mayores y el jugador a sus mejores. Por eso la vida fracasa y el baloncesto prospera.
14.11.07
8.11.07
CII
El peor riesgo del analista es acabar convencido de que las canastas son lo último que celebrar y sus autores lo primero que condenar.
1.11.07
23.10.07
22.10.07
XCVIII
En una de las miles de veces que los Globetrotters cumplían su intención de divertir a la gente que acudía a ver sus partidos, aquella vez en una pequeña cancha de tierra al aire libre, la chillona risa de un muchacho durante toda la velada llamó la atención del equipo de Harlem. Las carcajadas del chico, de pie bajo una de las canastas junto a un anciano que parecía susurrarle, no se apagaban ni cuando el juego estaba detenido. Cuando todo terminó y movido por la curiosidad Meadowlark Lemon se acercó al joven y le preguntó: “Dime, ¿qué te causa tanta gracia?”. A lo que el chico respondió: “Soy ciego y no puedo veros, pero mi abuelo me va contando todo lo que hacéis y es maravilloso”. Conmovido Lemon corrió a contarlo a sus compañeros. Cada uno de ellos estampó su firma en el balón y se lo entregaron al muchacho.
20.10.07
18.10.07
XCIII
Tirar es la más valiosa apuesta del juego. Pero quien no hace otra cosa lo tira todo por la borda.
XCII
Quien entierra el pasado entierra el presente, que será pasado mañana, aunque ahora no lo sepa.
28.7.07
13.3.07
XC
Para que un gran jugador pueda mejorar a sus compañeros solo precisa una cosa: compañeros capaces de mejorar.
LXXXIX
Si para cortejar al acierto solo vale la rutina, no hay excusa para quien malgasta tiros libres.
27.1.07
19.1.07
LXXXVII
Anida en lo más hondo de cada jugador el lejano recuerdo de un momento decisivo, infantil y traumático, que vino a descubrir que entre el baloncesto y él habría de alojarse en adelante un cuerpo extraño al que llamaban entrenador.
LXXXVI
Horas antes de desplomarse, los pasos, gestos y palabras de Len Bias tenían ya lugar desde el cielo.
LXXXV
En el baloncesto, como en la vida, la memoria ajena descarta mil aciertos por cada error cometido.
15.1.07
LXXXIV
A Julius Erving
En el inagotable cortejo a la canasta para obtener sus favores reside el sentido erótico del baloncesto. Y sin embargo muy pocos alcanzan a interpretar un baloncesto erótico, que tiene en la bandeja a su primera y más sencilla expresión. La bandeja es un delicado beso a la boca del aro que rara vez no es correspondido.
10.1.07
LXXXIII
Elaborar el baloncesto por necesidad es un arte que hace interesante a este juego. Pero algunos llaman baloncesto elaborado al que se juega sin aros por una desgraciada mezcla de entrenadores que se sienten demasiado capaces y jugadores realmente incapaces.
16.12.06
LXXXI
Con el balón en los pies Maradona fue un genio. Como hombre, la dolorosa prueba de alguna indigencia temprana. Esta disparidad, resultado de una vida entregada a la actividad deportiva, se extiende a la inmensa mayoría de deportistas a los que algún imbécil cede el micro o la pluma al más alto precio como si deporte y comunicación fueran la misma cosa y bebieran del mismo talento. Y la práctica de un deporte es a la comunicación lo que el guiso a la astronomía.
14.12.06
LXXIX
Si en un examen no se permite salir al baño, el cantante no puede interrumpir su pieza ni el actor abandonar la escena, al baloncesto podrían sobrarle los tiempos muertos.
11.12.06
LXXVIII
El baloncesto como deporte de equipo es un bonito principio que conviene vulnerar cuando a un jugador le está entrando todo.
LXXVII
La táctica es la civilización del juego. Pero escapar de ella no es de salvajes, sino de jugadores.
7.10.06
23.7.06
LXXIV
El paso del tiempo encarece los recursos. Así el joven salta por instinto, el maduro por necesidad y el veterano ya solo por alegría.
22.7.06
LXXI
Que de entre todas las opciones Jordan eligiera a Collins doce años después de traicionarle explica, primeramente, el deseo de expiar un profundo sentimiento de culpa.
16.7.06
LXX
Lanzar es el más primordial acto que cometer ante la seductora soledad del aro. El tiro es, pues, el átomo del baloncesto.
LXIX
Cuando a muchos deportistas socorre un “no tengo palabras”, efectivamente no las tienen, a pesar de la emoción.
10.7.06
7.7.06
LXVII
En 1900 la anatomía de un jugador de baloncesto era la de un hombre cualquiera. En 1950 la diferencia con el hombre común aún podía resultar difícilmente apreciable. En 2000 esa diferencia aumentó lo suficiente como para que muy pocos jugadores pasaran ya desapercibidos entre la población. En 2050 la diferencia hará posible observar la fauna NBA como una subespecie de genética muy superior al resto de los mortales. Más allá en el tiempo el planeta mismo les quedará pequeño.
Y aún se cree que la altura de los aros será eterna.
Y aún se cree que la altura de los aros será eterna.
1.7.06
LXVI
De entre los peores vicios que despierta la necesidad de ganar pocos igualan a la simulación de las faltas.
LXV
Ningún aficionado está libre de alejarse demasiado del jugador que cree apoyar. Y tendría que estar ahí abajo para comprobar lo difícil que resulta que las cosas, simplemente, salgan bien. O aun peor, a su gusto.
30.6.06
28.6.06
LXI
Que el control de la primera finta pertenezca al autor y el de la segunda al marcaje y entre una y otra no medie más que un pestañeo, demuestra el asombroso misterio que en nuestro juego encierra la mímica.
LX
Recelo de la numerología como superstición. Pero descubrir que Jordan abandonó su extraño dorsal 45 en la velada número 23 despierta una fascinante sospecha.
20.6.06
19.6.06
LVI
Cada vez que tocan tiros libres el baloncesto se ve reducido, de pronto, a un juego de mesa de un solo postor.
8.4.06
7.4.06
17.12.05
LI
Por la voluntad de ganar escribió el baloncesto sus episodios más épicos. Por la de crear, los más hermosos.
L
Lo único que temer de la evolución es alcanzar un estado donde la intervención de la fuerza separe definitivamente a la calidad de la victoria.
XLIX
Quien corre y hace correr, piensa y juega a la vez. Quien no corre nunca, solamente piensa. O eso parece.
XLVII
Hay entre los jugadores niños y adultos. Pero no por lo que tan a menudo se cree. Sino porque unos se divierten y los otros no.
1.12.05
XLVI
Figura el baloncesto un triángulo isósceles cuyos lados mayores representan a jugador y espectador. Adivinen quién detesta ocupar el lado pequeño.
XLV
El valor de un jugador puede medirse por la cantidad de balones que recibe. Pero aún más por el número de ellos que no espera.
XLIV
Una canasta vale el
doble que un tiro libre, cuyo valor es la tercera parte de un triple. Y en los
tres casos se repite la misma acción: el balón atraviesa el aro. De manera que
todo lo que precede a la canasta tiene que ser demasiado valioso como para que semejante
argucia proporcione a este deporte tantísima atracción.
XLIII
Pasar mucho no
significa pasar bien. Pasar mucho en el baloncesto puede ser ejemplo del que lo
entiende y del que se desentiende.
29.11.05
XLII
Puede que Petrovic, Sabonis y Kukoc rindieran en la NBA por encima de lo que los americanos esperaban pero por debajo de lo que los europeos deseaban. La diferencia estriba en que mientras unos creen que dieron allí lo que en verdad eran, los otros jamás dejarán de preguntarse por qué Petrovic murió pronto, Sabonis llegó tarde y Kukoc nunca fue lo más importante de su equipo. He aquí el triple acecho de una legítima e irresoluble insatisfacción.
9.10.05
6.10.05
XXXVIII
Igual que un niño no es un hombre, tampoco un novato un
jugador. Así el baloncesto universitario me pareció siempre, a lo más, una interesante
guardería donde se aprende a jugar, pero donde aún no se juega. Porque no hay
jugadores. Sino aprendices.
27.9.05
XXXVII
Solo unos pocos elegidos hicieron más por el concurso de mates de la NBA que la NBA por el concurso, lo que pone a cada parte en su sitio.
18.9.05
XXXVI
Que un jugador concentre todos los aclarados y que su equipo abuse de ellos invita a sospechar que, o bien sobra el jugador o bien sobra el resto o bien sobra el entrenador. Porque faltar, faltan todos.
XXXV
La canasta es la cosa más ninfómana del
mundo. Vive solo para ser penetrada. Prívala del balón y tendrá el mismo
sentido que la vagina de una virgen.
16.8.05
XXXIV
Por lo sincero de sus dos términos, pocas expresiones más acertadas que “rueda de prensa”: una gira y la otra aprieta. Y así no hay quien se mueva. Deberían ambas olvidar para siempre ese desastroso encuentro que traiciona lo esencial de cada una. El deportista hace el deporte, la prensa lo escribe y el lector lo lee. Pero si el deporte no sabe hablar y la prensa lo recoge, al lector no llegarán más que bobadas. Cuánto agradecería el deporte no salir de lo suyo. Y aún más la prensa si en lugar de molestar, de deporte hablara. Así habría deportistas y no analfabetos. Periodistas y no recaderos. Y por supuesto lectores.
13.8.05
XXXIII
No habrá salido el balón de tus manos cuando ya debieras imaginarlo dentro. Siempre que tires que sea por segunda vez, como la prueba material del acierto imaginado.
9.8.05
XXXII
Hay en el mundo dos tipos de espectador: el que ve baloncesto y el que tan solo ve un equipo. El primero tiende a disfrutar; el segundo, a sufrir. Uno gana siempre; el otro rara vez. Aquél no excluye a nadie. Este, a casi todos. Y si fuera el excluido su equipo, el baloncesto perdería un tuerto. Pero ganaría un asiento precioso y, con suerte, un nuevo espectador.
20.5.05
XXIX
Si el hábito enseña, la rutina aburre y el tiempo agota, nada más admirable que el entusiasmo del veterano.
19.5.05
XXVII
En la película del juego la estadística son los créditos. Y mal espectador será el que al leerlos crea haberla visto.
15.4.05
11.4.05
XXV
Tuve una pesadilla. Soñé con una mano. Con una mano cortada. Yacía muerta en el suelo. Y allí vació enseguida su sangre, desnudando con crudeza a la vista parte del hueso y hebras informes de carne. La mano pertenecía al más desdichado jugador. Un valiente que se atrevió a interponerla entre el aro y uno de esos salvajes mates que no pueden, que no deben ser detenidos. No lo vi. Nadie lo hizo. Pero luego del fugaz forcejeo en el cielo, el matador ganó la partida y el aro actuó de navaja de tan trágica forma que mano y balón se confundieron en la entrada. Los gritos de espanto mediaron casi al instante, cuando la víctima fue advertida por otros de la gravísima pérdida. Ni lo había advertido y acudía inocente a recoger el balón. Entonces sí, presa menos del dolor que del horror, el jugador cayó desmayado. Y yo desperté. La visión de aquel absurdo brazo pudo conmigo.
Aprendí a apreciar mejor el valor de algunos jugadores, el valor de un tapón en esas condiciones y cómo el profundo fragor del juego es capaz de indultar el dolor. Qué cerca creemos ver a los jugadores y qué remotos nos son en realidad.
XXIV
Una franquicia deja atrás su infancia cuando su público protesta más que celebra, con razón o sin ella.
10.4.05
XXIII
En la numerología deportiva universal el 23 es
propiedad de un nombre. Y es más fácil que un camello atraviese el ojo de una
aguja a que algún día la pierda.
9.4.05
XXII
Faltaban tres minutos para el descanso cuando de repente el colosal cuerpo del marcador electrónico de cuatro caras y cinco toneladas, cayó desde el techo del pabellón al mismísimo centro de la pista a una velocidad que nadie habría podido concebir más endiablada. Al estruendo del impacto y la violenta sacudida del recinto sucedió el súbito silencio de todos los presentes, congelados en un instante eterno de pánico. El gigantesco mecanismo había hundido parte del fuselaje en el parqué, cuyo contorno se abría levantado en azarosas láminas que amenazaban como enormes cristales. Los jugadores habían salido despavoridos en dirección a una de las canastas, en torno a la que permanecían detenidos. Verlos allí agrupados multiplicaba la impresión de ser los únicos miembros de la multitud en vestir de corto. Y quizá fuera ésta la razón que animaba estúpidamente a contarlos. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve... nueve... nueve... Solo nueve. No había modo de encontrar al décimo.
8.4.05
XX
No es fácil levantar el ánimo tras una gran derrota. Tal vez alguien debiera recordar a ese jugador abatido lo que aún podrá ganar o lo mucho que está ganando. Este último caso sería además el único donde hablar de dinero en el deporte no resultaría estúpido.
7.4.05
XIX
Cuando ese atlético jovencito
siente alcanzar el cielo a cada nuevo mate y nada desea más que seguir
haciéndolo, comete una gran ingenuidad: creer que el mate reúne a la vez todo
aquello que el mate no es.
3.4.05
XVIII
Hay canasta. Y su autor recula a defender. O a cumplir una
tarea más próxima. Pero en un primer instante todo lo hará aprisa, urgente,
ciego. Se trata de un automatismo común a todo jugador de origen menos técnico
que psíquico. Ser el fulgurante centro de atención obra en la mente como la
llama en la mano, como un reflejo condicionado que atrae y repele a un tiempo el protagonismo.
2.4.05
XIV
El baloncesto perdura porque no hay jugador que no anhele repetir el condensado placer de anotar.
XIII
Uno de los principios más perfectos del baloncesto es que nunca un acierto valga por otros dos.
30.3.05
XII
Por esta cosa tonta de ganar y como que la vida vaya en ello, cuánto se olvida el baloncesto como juego, como desenfreno y diversión, como altruismo y como arte, como alegría y primavera de la vida, como la felicidad al sencillo alcance de la mano. Deberíamos haber conseguido el modo de hacer a Magic Johnson verdaderamente inmortal.
29.3.05
XI
Ninguna fuerza distrae como la belleza. Si ante las
formas de una mujer podemos olvidar temporalmente que bajo ellas se agita una
persona, en el baloncesto podemos olvidar el marcador, como si tuviéramos que
recordar que está ahí y que por lo visto tiene más importancia que el juego y
la belleza de sus formas.
24.3.05
X
No se ha dado aún la circunstancia de que un título NBA se resuelva en un último tiro al compás de la bocina luego de agotar los siete partidos completos. No me cuesta imaginar esa escena. Pero no puedo hacerlo sin convencerme de que no podrá salir de las manos el balón sin que con él viaje hasta el último soplo de vida del jugador. Por eso una bala que en ese preciso instante buscara dar muerte al autor del tiro no debería dirigirse al cuerpo. Debería hacerlo al balón.
IX
Hacer lo que uno sabe no es hacer lo que uno quiere. Pero si quieres hacer lo que sabes y sabes hacer lo que quieres, serás tu mejor jugador posible.
21.3.05
VIII
Por qué no reparar unos segundos en los salvajes arrebatos que alguna vez suceden al mate en pleno fragor del juego, en la insondable naturaleza de esas atroces reacciones. ¡Observad a esas bestias!
Durante la imperceptible fugacidad de un instante, que arranca al besar los pies el suelo, acontece en el cuerpo un fenómeno de prodigiosa intensidad y cabría creer que sobrenatural. Todo sucede muy rápido: los nervios se encienden, los músculos se tensan, el corazón dispara la sangre a saciar la brutal hinchazón de las venas, la temperatura aumenta y la piel enrojece, estalla la adrenalina, la amígdala secuestra el cerebro, la mente desaparece y con ella el tiempo; se diluye el alma y el Sapiens deja de serlo.
Es como si el organismo se multiplicara a tal extremo que una barra de acero que lo golpeara quebraría como un madero seco. La energía desatada en ese lapso infinitesimal habría de poder iluminar una urbe gigantesca como un fogonazo irreal y no es otra la razón de que la boca brame desencajada que rebasar esa fuerza infinita el ridículo continente del cuerpo. Sugerir que el hombre deviene entonces en alimaña es decir muy poco. Durante ese cósmico pulso el hombre trasciende la realidad. De ahí su brevísima duración, la única posibilidad de un estado que no pertenece a esta vida.
Debería maravillar saber que el baloncesto desencadena ese milagro, el milagro de alcanzar el hombre por un instante como un nirvana de fuego.
Es como si el organismo se multiplicara a tal extremo que una barra de acero que lo golpeara quebraría como un madero seco. La energía desatada en ese lapso infinitesimal habría de poder iluminar una urbe gigantesca como un fogonazo irreal y no es otra la razón de que la boca brame desencajada que rebasar esa fuerza infinita el ridículo continente del cuerpo. Sugerir que el hombre deviene entonces en alimaña es decir muy poco. Durante ese cósmico pulso el hombre trasciende la realidad. De ahí su brevísima duración, la única posibilidad de un estado que no pertenece a esta vida.
Debería maravillar saber que el baloncesto desencadena ese milagro, el milagro de alcanzar el hombre por un instante como un nirvana de fuego.
15.3.05
14.3.05
VI
Entre errar el tiro de la victoria y no poder intentarlo cabe la misma distancia que entre la frustración y el tormento.
V
No exagero si confieso que pasé buena parte de mi niñez, juventud y postrimerías, encerrado en una pequeña sala con la sola compañía de una pantalla que me hacía escapar de la vida, y el silencio de una mujer que me la había dado. Esa mujer era la madre de mi madre, la única que conocí, y ya muy mayor, achacosa y casi inmóvil en aquel sillón del que dolorosa parte formaba, compartió conmigo innumerables veladas de esta enfermedad que por algún extraño motivo un día contraje. Dudo que aquella mujer entendiera una sola imagen, qué sentido guardaban, cómo era posible que unas personas volaran y otras, como ella, agotaran su vida postradas. Y sin embargo, tan seguro estoy como que escribo esto que ninguna anciana presenció nunca más baloncesto que ella. Si yo repetía mil veces una sola imagen ella también lo hacía. Pobre mujer. En cuántos de aquellos hondos suspiros no reparé jamás y, ahora lo sé, el inmenso significado que encerraban. Cuántas veces, al girar la cabeza, delataba su mirada serena clavada en mí mientras yo solo lo hacía al frente. Debo, quiero entender que su felicidad residía entonces en mi sola y espectral compañía.
Por eso, al recordarla, no puedo evitar un reproche infinito por haber desperdiciado así su admirable presencia, la más tierna y dulce de que gozaré jamás.
Nunca te olvidaré, abuela mía. Y si pudiera remontar mi vida habría cambiado todo por dedicarte cada segundo de aquellos días que ya, maldita sea, ya nunca volverán.
13.3.05
8.3.05
II
La canasta del futuro
carece de soporte tal y como lo conocemos. Nada hay entre el suelo y el tablero porque nada material
los une. Alguna prodigiosa fuerza la suspende en el aire como por arte de
magia. La canasta, esa flor mecánica cuya forma creemos eterna, perderá algún
día su tallo.